Agricultura de contrato
Carros de carga y pesados arados manuales tirados por bueyes que surcan las onduladas y pedregosas tierras. Corte a machete y almacenamiento manual de miles de plantas. Veneno de los agroquímicos en el aire. Rondas de niños y adultos que seleccionan –en categorías imperceptibles a primera vista– las distintas calidades del tabaco. Producción diversa de alimentos para el autoconsumo que sobrecarga las jornadas. Pobreza. Estas extendidas escenas de las “colonias” –como suele denominarse a la estructura agropecuaria de la región– remiten sólo en apariencia a esa realidad marginal del heterogéneo mundo rural donde no ha llegado el impulso modernizador ni las profundas transformaciones que, principalmente durante el siglo pasado, modificaron el desempeño social y productivo del denominado “campo”. Muy lejos de ello, constituye el reverso y, a la vez, el extremo dependiente de una de las cadenas de producción y distribución más dinámicas y concentradas a escala global, que articula arcaicas formas sociales de producción, moderna tecnología genética y control oligopólico de los mercados.
La estructuración territorial que las empresas imponen sobre el entramado productivo tabacalero se concreta en el ámbito de la producción primaria a través de un mecanismo que diversos investigadores denominan “agricultura de contrato”. En términos formales este tipo de instrumento –que se replica en otras economías tabacaleras como Brasil, Estados Unidos, Zimbabwe, España, México y Malawi– es un trato entre productores y agroindustria para el establecimiento de una producción, el abastecimiento y la entrega futura del producto. Las empresas se comprometen a proporcionar asesoramiento técnico, insumos y la posterior compra del producto, y los productores garantizan la producción y la calidad requeridas por la empresa. El geógrafo e investigador Ariel García, del Centro de Estudios Urbanos y Regionales/CONICET, afirma que el contrato de producción constituye un “modo de intervención capitalista en la agricultura tendiente a reproducir la acumulación, que se centra en la autoexplotación de los productores y en el control indirecto de la tierra por parte de las empresas” (3), es decir, un vínculo que extrae renta y trabajo y “subsume” los agricultores familiares a las empresas.
Estos mecanismos generan en las colonias misioneras las agobiantes imágenes de un colapso en la secuencia del tiempo, que nos devuelve los ecos de una servidumbre lejanamente pre-capitalista. Explican los escenarios empobrecidos, de aires rurales envenenados por el uso intensivo de los agroquímicos, en los que los niños clasifican tabaco junto a sus padres como evidencia de la escena trágica evitable. Emergentes de un entramado global moderno con entroncamientos locales, característicos de la convergencia simbiótica de la globalización neoliberal y la cristalización del subdesarrollo. El grado de concentración y transnacionalización de la cadena productiva del tabaco y su articulación social, política y económica con distintas organizaciones locales, representantes de productores, de sindicatos, organismos y poderes de los Estados, evidencian la complejidad frente a la cual se requieren audaces políticas públicas reparadoras. Toda noción aceptable de desarrollo rural inclusivo, dispuesta a debatir y establecer un perfil socioeconómico y productivo más justo, deberá atender esta inocultable problemática.
El sistema mundial del tabaco
El proceso de globalización de las últimas décadas ha generado cambios estructurales en la organización del complejo agroindustrial tabacalero. Ha impulsado, en primer lugar, un proceso de concentración del capital e integración económica y financiera, vinculada a la implementación de una agricultura científica subordinada al capital oligopólico. En segundo, una reorganización espacial de la producción que suscitó el traslado de la producción primaria desde los países centrales a los periféricos. Y tercero, cambios en las pautas de consumo que incrementaron el peso relativo de las regiones con ingresos medios crecientes. En su conjunto, estos cambios provocaron una mayor sujeción de los productores respecto de relaciones de producción y distribución globalizadas, y disminuyeron la capacidad de los Estados nacionales para mitigar sus consecuencias económicas, sociales y ecológicas.
El incremento en la producción mundial de hoja de tabaco y su distribución regional son reveladores de los cambios en la organización espacial del sector. Entre 1961 y 2008 prácticamente se duplicó la producción total, mientras que Estados Unidos y Europa disminuyeron su participación porcentual y absoluta, lo que indica una transferencia de la producción primaria a los países de menor desarrollo relativo. (Ver cuadro). La Argentina se ubica en sexto lugar, luego de China, Brasil, India, Estados Unidos e Irán.
Según afirma Rogério Lima da Silveira, Doctor en Geografía Humana, de la Universidade de Santa Cruz do Sul (RS/Brasil) (1), “el mercado mundial de cigarros se caracteriza por el creciente fortalecimiento de un pequeño número de grandes compañías multinacionales que actúa de modo hegemónico en el conjunto de las etapas de producción, comercialización y distribución de cigarros industrializados, evidenciando una situación de fuerte concentración de capital”. Ese grupo de corporaciones, integrado por Phillip Morris Inc., British American Tabacco (propietarias de las argentinas Massalin Particulares S.A. y Nobleza Piccardo, respectivamente), Japan Tabacco e Imperial Tabacco Group., explica el 65% de la producción de cigarrillos, controlando las redes de distribución mundiales.
Al igual que el segmento de los cigarrillos, el mercado mundial de hoja de tabaco también se encuentra altamente concentrado, compuesto por un pequeño grupo de dealers que abastece a las empresas de cigarrillos con tabaco en hoja con grados intermedios de procesamiento. De las ocho empresas que en 1990 controlaban esta actividad, en la actualidad quedan sólo dos grandes grupos: el primero, compuesto por la integración de actividades de Universal Leaf Tabacco y Socotab Leaf Tabacco, y el segundo, Alliance One. Al respecto, Lima da Silveira sostiene que “la condición económica, la estructura productiva y la capacidad técnica y logística de esos grandes grupos multinacionales posibilitan su participación de modo privilegiado y de forma hegemónica en el mercado mundial de la hoja de tabaco”.
(http://www.lapagina0.com/unviajeeneltiempoalascoloniastabacalerasdemisiones)
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